domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Dependencia o esclavismo?





La dependencia es un término que siempre tratamos de evitar, si bien en su conjugación terminológica nos evoca a cierta confusión en cuanto a la toma de decisiones, su concepto en el RAE nos dice que, es la subordinación a un poder e inclusive una relación de origen o conexión. Pero también lo es esa necesidad compulsiva por alguna sustancia, como el alcohol, tabaco o las drogas, con el propósito de experimentar sus efectos o calmar el malestar producido por su privación.

Sin duda, la acción de depender en algún punto de algo o alguien, nos lleva a cuestionarnos si en realidad somos libres o no.

En la actualidad, hemos de percibir cualquier cantidad de estímulos sensoriales que nos impulsan cada vez más a ser consumidores de casi cualquier cosa. Aun a sabiendas pensamos que esa relación de dependencia es necesaria para nuestra subsistencia y es allí cuando se perciben algunos conflictos de personalidad al no saber si en realidad estamos siendo llevados por la vorágine consumista.

Decir que somos esclavos raya en el simplismo, es ideal repensarnos como seres humanos razonantes para evaluar el daño que causamos a nuestro derredor y a las generaciones futuras con nuestras conductas que para nada son responsables. La mera dependencia a marcas, objetos y ahora alimentos, nos permite evaluar aquello que llaman soberanía.

¿Cómo ha de existir soberanía en una nación dependiente de los grandes monopolios-transnacionales, con una población psicológicamente inestable?

Puede que suene subido de tono esta interrogante, pero seamos honestos por un minuto, ¿usted se siente libre al no tener esa “maravillosa” crema de afeitar de la que se conseguían con olor a manzana fresca o aquella harinita cuasi mágica con las que le hacia el desayuno a sus muchachos treinta minutos antes de enviarlos al colegio?

Recientemente, ese famoso monopolio llamado “Polar”, se vio acorralado por algunos movimientos gubernamentales. A lo que una multitud de ciudadanos respondió ferozmente a la defensa de la “una empresa que produce alimentos en el país”, alegando que es de toda causa injusta una posible expropiación a manos del gobierno.

A raíz de esos episodios de protesta virtual, se hace bien considerar lo que reza la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV), específicamente en el Capítulo VI referido a los Derechos Económicos, específicamente en el artículo 115 que dicta la disposición constitucional sobre el derecho de propiedad, estableciendo que:

“Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o de interés general. Sólo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de bienes”.
Entonces, si es la expropiación un Derecho Público, por qué hemos de elegir no gozar de nuestros derechos colectivos o difusos, a sabiendas de que algo no está funcionando de la mejor forma.  Dirigentes políticos del sector opositor de país, han dicho en varias ocasiones, que es culpa del mal manejo del gobierno en el tema de las divisas que las empresas como Polar, se han visto afectadas en la producción.

Dólares                                      

A juicio del lector, se determinara la importancia en el hecho de que a pesar de que se manifieste por parte de la oposición venezolana, la no obtención de divisas extranjeras, el empresario Lorenzo Mendoza, representante de la compañía más grande de Venezuela (fundada originalmente por su abuelo), posee la cifra astronómica de 1.5 billones de dólares a su poder según la revista Forbes. 

En contraste, muy recientemente la empresa del oso blanco, solicitó ante el extranjero, un crédito en dólares a la filial bancaria del Provincial.

De forma interesante, vale acotar que dicho crédito se hizo para activar la producción de bebidas alcohólicas a base de cebada en el país y no para producir una mayor cuota de alimentos que sin duda alguna bien serviría para llenar los anaqueles de los supermercados.

La venta de cerveza en Venezuela representa el mayor ingreso para el monopolio de Polar, por tanto, no es motivo de interés para el tercer hombre millonario del país coadyuvar activamente en la justa producción y distribución de la tan famosa “arepa”, platillo bandera en la alimentación de los coterráneos.

Arepa: Es la mezcla de harina de maíz pilado en forma redonda y achatada que asadas al budare, son el acompañante perfecto para cualquier comida o también como forma de botana.                                                                                                                                       
Harinapan: Polvo de varias harinas precocidas, insípida y blanquecina, que al agregarle agua se conpacta para hacer especie de unas arepas. Se dice que esta masa está constituida por transgénicos, hecho que aun no ha sido desmentido por la empresa.            

Al transcurrir el tiempo, este peculiar alimento, se caracterizó por estar presente en la dieta diaria del venezolano, debido a la practicidad que resultaba sacar de un empaque la harina ya precocida en un mundo cada vez más ocupado por las largas jornadas laborales; dando así paso a que el monopolio se viera cada día más fortalecido. 

La situación se torna tensa cuando una masa poblacional se siente lo suficientemente incapaz para elaborar sus propios alimentos y depende exclusivamente de un proveedor que se empeña en llevar el alcoholismo como bandera de la cultura en una nación. 

Es así como vemos a los esclavos comerciales, a los dependientes de sustancias procesadas, desbocarse en cualquier terreno con tal de que su amo vuelva a darle esa falsa tranquilidad.



Fotografías y redacción: Ariana Solórzano
05.06.2016