La dependencia es un término
que siempre tratamos de evitar, si bien en su conjugación terminológica nos
evoca a cierta confusión en cuanto a la toma de decisiones, su concepto en el
RAE nos dice que, es la subordinación a un poder e inclusive una relación de
origen o conexión. Pero también lo es esa necesidad compulsiva por alguna
sustancia, como el alcohol, tabaco o las drogas, con el propósito de
experimentar sus efectos o calmar el malestar producido por su privación.
Sin duda, la acción de
depender en algún punto de algo o alguien, nos lleva a cuestionarnos si en
realidad somos libres o no.
En la actualidad, hemos de
percibir cualquier cantidad de estímulos sensoriales que nos impulsan cada vez
más a ser consumidores de casi cualquier cosa. Aun a sabiendas pensamos que esa
relación de dependencia es necesaria para nuestra subsistencia y es allí cuando
se perciben algunos conflictos de personalidad al no saber si en realidad
estamos siendo llevados por la vorágine consumista.
Decir que somos esclavos
raya en el simplismo, es ideal repensarnos como seres humanos razonantes para
evaluar el daño que causamos a nuestro derredor y a las generaciones futuras
con nuestras conductas que para nada son responsables. La mera dependencia a
marcas, objetos y ahora alimentos, nos permite evaluar aquello que llaman
soberanía.
¿Cómo
ha de existir soberanía en una nación dependiente de los grandes
monopolios-transnacionales, con una población psicológicamente inestable?
Puede que suene subido de
tono esta interrogante, pero seamos honestos por un minuto, ¿usted se siente
libre al no tener esa “maravillosa” crema de afeitar de la que se conseguían
con olor a manzana fresca o aquella harinita cuasi mágica con las que le hacia
el desayuno a sus muchachos treinta minutos antes de enviarlos al colegio?
Recientemente, ese famoso monopolio
llamado “Polar”, se vio acorralado por algunos movimientos gubernamentales. A
lo que una multitud de ciudadanos respondió ferozmente a la defensa de la “una
empresa que produce alimentos en el país”, alegando que es de toda causa
injusta una posible expropiación a manos del gobierno.
A raíz de esos episodios de
protesta virtual, se hace bien considerar lo que reza la Constitución de la
República Bolivariana de Venezuela (CRBV), específicamente en el Capítulo VI
referido a los Derechos Económicos, específicamente en el artículo 115 que
dicta la disposición constitucional sobre el derecho de propiedad,
estableciendo que:
“Se garantiza el derecho de propiedad. Toda
persona tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La
propiedad estará sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones
que establezca la ley con fines de utilidad pública o de interés general. Sólo
por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago
oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de
cualquier clase de bienes”.
Entonces, si es la
expropiación un Derecho Público, por qué hemos de elegir no gozar de nuestros
derechos colectivos o difusos, a sabiendas de que algo no está funcionando de
la mejor forma. Dirigentes políticos del
sector opositor de país, han dicho en varias ocasiones, que es culpa del mal
manejo del gobierno en el tema de las divisas que las empresas como Polar, se
han visto afectadas en la producción.
Dólares
A juicio del lector, se
determinara la importancia en el hecho de que a pesar de que se manifieste por
parte de la oposición venezolana, la no obtención de divisas extranjeras, el
empresario Lorenzo Mendoza, representante de la compañía más grande de
Venezuela (fundada originalmente por su abuelo), posee la cifra astronómica de
1.5 billones de dólares a su poder según la revista Forbes.
En contraste, muy
recientemente la empresa del oso blanco, solicitó ante el extranjero, un crédito
en dólares a la filial bancaria del Provincial.
De forma interesante, vale
acotar que dicho crédito se hizo para activar la producción de bebidas
alcohólicas a base de cebada en el país y no para producir una mayor cuota de
alimentos que sin duda alguna bien serviría para llenar los anaqueles de los
supermercados.
La venta de cerveza en
Venezuela representa el mayor ingreso para el monopolio de Polar, por tanto, no
es motivo de interés para el tercer hombre millonario del país coadyuvar
activamente en la justa producción y distribución de la tan famosa “arepa”,
platillo bandera en la alimentación de los coterráneos.
Arepa:
Es la mezcla de harina de maíz pilado en forma redonda y achatada que asadas al
budare, son el acompañante perfecto para cualquier comida o también como forma
de botana.
Harinapan:
Polvo de varias harinas precocidas, insípida y blanquecina, que al agregarle
agua se conpacta para hacer especie de unas arepas. Se dice que esta masa está
constituida por transgénicos, hecho que aun no ha sido desmentido por la
empresa.
Al transcurrir el tiempo,
este peculiar alimento, se caracterizó por estar presente en la dieta diaria
del venezolano, debido a la practicidad que resultaba sacar de un empaque la
harina ya precocida en un mundo cada vez más ocupado por las largas jornadas
laborales; dando así paso a que el monopolio se viera cada día más fortalecido.
La situación se torna tensa
cuando una masa poblacional se siente lo suficientemente incapaz para elaborar
sus propios alimentos y depende exclusivamente de un proveedor que se empeña en
llevar el alcoholismo como bandera de la cultura en una nación.
Es así como
vemos a los esclavos comerciales, a los dependientes de sustancias procesadas,
desbocarse en cualquier terreno con tal de que su amo vuelva a darle esa falsa
tranquilidad.
Fotografías y redacción: Ariana Solórzano
05.06.2016

